25.2.10

Sucesión de cosas cayéndose

Recuerdo haber leído hace un tiempo la definición que Trent Reznor le dio al The Fragile, disco doble de su banda. Lo llamó "una sucesión de cosas cayéndose". Yo inmediatamente pensé en que cuando salió ese álbum él lidiaba a full con su adicción a la heroína, así que eso me dio una vaga noción de lo que podían ser esas cosas cayéndose. Sin embargo nunca había pensado, hasta ahora, en que esas cosas podían caer en orden, como si fuera un Tetric cuyas piezas finalmente formarían de nuevo la vida de nuestro querido Trent.

P.D: Le pido disculpas a los miembros de la banda y al mismo Trent Reznor por haber usado sus nombres para construir una metáfora que me ayuda a entenderme mejor. De todas maneras, Trent Reznor en efecto definió su disco de esa forma.


16.2.10

punto y coma

fuera de contexto

7.2.10

tan absurdo como poder es querer

Quisiéramos no darle la importancia que tiene. Cerrar con cortinas de hierro los ojos y olvidar. Darle la espalda a los datos que no deberían importar, pero importan. Crear un vicio nuevo en base a revisar una y otra vez los antiguos, buscando en ellos defectos, queriendo encontrar la fisura que permitió que todo el romanticismo se drenara, dejando un cuerpo seco, cual víctima de vampiro cruel y sediento. Tomar al toro por las astas y detener el juego que lo lleva a su muerte, terminar con el deporte sanguinario, desviar el morbo hacia otra dirección.
Sin embargo, no siempre querer es poder.

1.2.10

Traspié

Hace varios años tuve la oportunidad de conocer a un niñito que se cayó tantas, pero tantas veces, que su rodilla ya no tenía costra, sino una fractura expuesta. La primera vez que lo vi, el huesito que recibía la luz del sol me recordó a las antenitas de un caracol, tímidas y cautas frente al hostil mundo fuera del caparazón. Era como si una parte del cuerpo del niño, aquella protegida por el extenso órgano de la piel, hubiese luchado por ganarse un lugar en el exterior para gritar a pulmón abierto todas las injusticias que ocurrían allá, en el lugar de donde venía. Pero el huesito olvidaba que no tenía voz, y que su incursión al exterior sólo le producía dolor al pequeño y moreteado niño de las caidas.
En esta lucha el pequeño debía tomar partido. Era lógico, dado que tenía sólo dos opciones: soportar la rivalidad entre sus dos esferas, o aliarse con una y mediar un acuerdo entre ambas.
Esta disyuntiva fue la culpable de que los años para él pasaran en vano. No fue capaz de concretar ninguno de sus proyectos porque la protesta anatómica que llevaba en sí no le permitía dedicarse a otra cosa. Y si osaba a intentarlo, los nefastos resultados acababan por quemarlo todo.
Sólo lo vi esa vez, y si no fuera por una conversación de pasillo jamás lo hubiera recordado. La señora de la junta de vecinos (caricatura recurrente en Santiago: gordita con vestido floreado) me comentó hace un par de días lo que pasó con este niño.
Los años sólo le llevaron infecciones que finalmente contribuyeron a que la amputación fuese un mal necesario, para conservar al menos una parte del niño viva. Pero fue inútil.
Nadie nunca supo su nombre, por lo tanto no reclamaron su cuerpo. Y al igual que su recuerdo, sus restos desaparecieron perdidos entre un montón de frascos con polvo.
 

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