26.9.10

sunday

Una peruana con su hijo de 6 años compraban bebida en el negocio de la esquina. La mujer en cuestión llevaba 4 vasos de plástico en la mano, de esos desechables de fiesta o picnic. Y en la otra sujetaba una botella de litro y medio de Fanta. El niño, por su parte, le tiraba la polera y le pedía por favor que le comprara Kapo. La madre, enojada, le decía que ya llevaban bebida.
Todo esto me parecía curioso, pero no demasiado, pues yo estaba enojado porque no encontraba Kent 4 de 12 en ninguna parte, y de esos me habían encargado mis papás. Sin embargo, una vez que salí del local y vi un poco más adelante de mi nariz, me encontré con una plaza llena de núcleos familiares compartiendo. Niños en los columpios, sube y bajas, etc; mientras sus madres o padres comentaban cómo había estado la pega en la semana.
Fue enternecedor ver que el domingo es aún para algunos un día familiar. Esos niños no tienen idea de que ese paseo de domingo puede llegar a ser uno de los recuerdos más lindos que tengan.

20.9.10

seis

De pronto el 6 me parece un número hermoso. Tal vez se deba al deseo irrefrenable de querer ser retratado en una biografía escrita por ti. O, probablemente, porque ese número encierra una serie de tratados intercorporales que postulan la disolución de fronteras corpóreas, en son del amor y similares.
Como sea. El 6 es un número especial, pues su origen está en un mundo donde el tiempo no posee valor, donde el Pizza Hut es sano y gratuito, donde cada dos cuadras hay un parque en el que sentarse no supone riesgos, donde la realidad es más nítida que en el turbio Santiago de Chile. Y digo más nítida porque dicha realidad está definida por la interioridad, por la carne tibia y palpitante, por el entramado mental y emocional, por el intangible, como quieran llamarlo.
Las raíces de este mundo son inquebrantables, pues están fundamentadas en el más puro de los deseos: aquel de cuatro letras. Y es por eso que de repente el número 6, continente de aproximadamente 180 días, se devela como una meta que a su vez plantea otras metas, cuyo fin común es el ser feliz.
El 6, en definitiva, es una medida de tiempo en la que conocí, de la mano de quien elegí como mi pareja, un lugar seguro donde decidí quedarme.

1.9.10

Handy-mind

Hace unos días viví la experiencia de ver mis cintas familiares grabadas en HI8. El material comienza en 1996, con un video mío encumbrando una cometa en la Plaza Brasil, junto a mis primos, mis papás y mi abuelita. Tuve muchos problemas para hacerlo volar. Sin embargo, no estaba triste, pues minutos antes una niña me había pintado la cara de león.
Además del día en la plaza, vi navidades, actos del colegio, días de piscina, etc. En definitiva, todo lo grabado con la cámara noventera que para muchos constituía (y aún constituye) un vicio de mal gusto.
Lo pude definir como un recuento de mi vida hasta los 12 años, pues ahí dejé la cámara de lado y me dediqué a mis amistades, como buen preadolescente.
No obstante, verme corriendo en versión pequeña, con la piel lisa, y los ojos y el pelo un poquito más claros, trajo consigo una sensación de nostalgia. Tal vez no precisamente porque eche de menos esos días (claro que lo hago), sino porque mi inocencia me daba una libertad de la que ya no puedo jactarme.
Cada día que reconozco una arruga nueva en mi cara es porque mi concepción de mundo ha cambiado nuevamente. Se acabó el exhaustivo cuidado materno, el escarmiento y la preocupación parterna, los odios entre hermanos... Todo se volvió un gran recuerdo que me emociona, pero que da cuenta de que crecí, y de que ya nada puede ser tan bueno o malo como creía.
A mis casi 20 años, los matices se tomaron el mando en mi cabeza. Ahora, cada vez que analizo una situación, lo hago bajo la lupa de la madurez y la desconfianza, o al menos eso trato (nadie dijo que la operación estaría libre de fallas).
Hay tanta cosa que desearía borrar de mi cabeza, tanta noción estúpida sobre cómo un ser humano puede cagarse a otro (léase como fetichismo y en su sentido metafórico). Me gustaría borrar los verbos del adulto, como trabajar o cocinar, y entregarme al ameno jugar.
Por eso me hace tanto click cuando Chinoy habla sobre la vuelta de los dragones. ¿Qué será de mi castillo, sin dragones que lo protejan del violento mar de realismo que me rodea?
 

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