Para tener una opinión sobre los procesos políticos e históricos no es necesario citar a autores ni poseer conocimientos vastos sobre sociología o ciencias políticas. Me parece que con el paso de los siglos el concepto de política se ha ido complejizando en relación a lo que en primera instancia fue. En un principio, al menos en teoría, puede decirse que la política era una simple idea de organización basada en el deseo de forjar una sociedad productiva que beneficiara a todos sus miembros, y que se rigiera por los límites dictados por el sentido común.
Sin embargo ahora, de la mano del desarrollo de la economía y todos sus "beneficios", creció el interés personal y la competitividad sin escrúpulos. Y, por ello, olvidamos el objetivo principal de la formación del concepto de política: lograr un bien común.
Un ejemplo de esta amnesia colectiva es la elección del día de ayer en nuestro querido Chile, lección histórica que ya está dando luces de que costará más cara de lo que muchos creían.
Jovino Novoa, presidente del senado y militante de la UDI, ya manifestó su deseo de cerrar todos los procesos judiciales pendientes relacionados con la violación a los DDHH en la dictadura de 17 años que vivió nuestro país. Sus razones rescatadas de sus mismas palabras:
"mantener procesos abiertos sin un resultado al final no satisface ni el interés de la justicia, ni el interés de las víctimas. Y, de alguna forma, también perjudica la imagen de las instituciones".La idea de analizar la historia de un país es constatar los errores con el objetivo de enmendarlos o al menos hacer lo imposible para evitarlos en un futuro, algo así como lo que pasa con un niño cuando se tropieza y después de llorar se levanta para volver a intentarlo.
Entonces, partiendo de esa premisa, se vuelve cada vez más evidente que el tropezón en dicha elección es más que un simple tropezón: es una invitación a retroceder, a eliminar la memoria histórica, a cometer los mismos errores una y otra vez, a fortalecer el deseo del bien individual por sobre el bien común. Eso, a mí punto de vista, es realmente lamentable. Me parece insólito que existan personas que no conozcan la Plaza Italia, o que no tengan idea de las necesidades que azotan en algunos barrios de la zona norte o sur de Santiago, por dar algunos ejemplos, ya que en regiones el asunto no es más alentador.
Convertir la cultura en un negocio, en un lindo bien empaquetado para satisfacer a un consumidor, me parece el error más grande que se puede cometer en un país como éste, donde la identidad todavía es un tema pendiente. ¿Qué peor forma hay de castrar la incipiente identidad de un país al manipular y dificultar el acceso y desarrollo de la cultura? Sinceramente, no se me ocurre otra.
De todo corazón espero que la sociedad chilena, aunque sea a punta de porrazos, logre ir dejando de lado el sopor negativo que la envuelve para lograr volver a ser objetiva e inteligente al momento de tomar decisiones. Ya que este tema va más allá de la derecha y la izquierda, porque apela a lo más íntimo de cada uno: los deseos de sociedad, que residen sin excepción en nuestro corazón.