29.6.09

Verborrea

Nada mejor que una alta dosis de Joy Division para una noche lluviosa de invierno. Sí, suena decadente. Sin embargo, para mí no lo es. No sé por qué, pero me hace recordar el gusto que me da ordenar las cosas. En verano, por ejemplo, con treinta grados de calor, dedicaba mañanas enteras a hacer aseo en mi pieza. Pasaba lustramuebles, limpiaba el televisor y mi velador -que tiene un vidrio encima- con multiuso, sacudía la alfombra, y hacía un millón de cosas más para que quedase perfecta. Al final del ritual, prendía un incienso y me echaba en la cama, cansado y feliz.
No sé si dicha costumbre habrá sido una manifestación encubierta de algún trastorno obsesivocompulsivo que tenga, pero la verdad es que amaba, y todavía amo, esa sensación.
A pesar de eso, ahora que hace frío, no soy capaz de hacerlo. Es como si hubiese desarrollado anticuerpos con los elementos de aseo -por suerte no con los de aseo personal-. Ese detalle, junto a muchos otros, lo atribuyo al frío.
Es verdad eso que dicen de que las cosas se congelan en invierno. No es sólo en la cordillera, sino también en uno mismo.

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