12.5.10

Funtime

En base a pura observación de mi entorno, como buen hombre cargado con las armas de la introspección, pude concluir que el hedonismo no es más que una sutil, y muy entretenida, forma de autodestrucción.
Si bien muchas personas podrían tildar dicha conclusión de moralista, es evidente que decantando un poco los datos, analizando e interpretando, uno puede darse cuenta de que es cierto. En el hedonismo no hay más que una eterna evasión, un dar la espalda a eso que no queremos ver, a eso que no sabemos cómo enfrentar. Porque mirar de frente todo lo que conlleva la propia experiencia de vida y además divertirse no es hedonismo: el equilibrio, la conciencia y el autocuidado lo sacan de esa categoría.
Sin embargo, es fácil caer en sus garras, y hundirse en las arenas movedizas que eventualmente no dejan salir. La única forma de evitarlo es adoptando el rango de constructor, armando de a poco edificaciones reales que soporten grandes adversidades, y refugiarse dentro. Aunque a veces uno no lo crea, estufas no faltan.

7.5.10

Momento flaite (U)

Puta, nah' poh. Se me fue lo literario a la cresta, pero eso suele pasar y es súper válido. La weá es que la dura que no quiero más malos ratos, porque onda, así por ser, como que te quiero forever a mi lado. Así, a la vena, como el flaite que hoy pateó mi micro (puta, ojalá estuviera bromeando)
Bueno, eso poh. Chaolín.

5.5.10

La vida después del miedo

Y se deshizo del miedo como si fuera una chaqueta vieja, roñosa, de esas que se usan sólo por necesidad. Olvidó las lecciones de filosofía en que el profesor le insistía que el miedo es el mejor maestro. Ya llevaba muchos años aprendiendo de esa manera, y prefirió ir en busca de otras pedagogías.
Estaba convencido de que la seguridad no era definible por las ciencias empíricas, los carabineros bien parados o alguno de sus tanques lanzallamas. Esas eran manifestaciones desvirtuadas de un tema más profundo, anclado en lo recóndito de la bomba que nos da la vida. La seguridad, en el torbellino mágico que nos hace dormir y despertar todos los días, se encuentra carente detrás del pecho, reclamando alimento día a día. Es esa hambre la que aterra.
Él se deshizo de toda esa porquería en primer lugar porque ya le parecía suficiente, pero si pensaba así era por una simple razón: el alimento estaba llegando periódicamente, irrigando cada vena de su cuerpo y dándole vida a todos los órganos que gritaban por dentro, sin poder controlarse, que por fin habían hallado la paz.
 

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