30.12.09

Adiós momentáneo

En menos de 12 horas me regiré por un código postal distinto. Sentiré los kilómetros pasar debajo de mi débil cuerpo. Y aunque mi viaje sea sólo por unos pocos días, espero que sean los suficientes como para quitarme este malestar desagradable del estómago. Es esa ansia maldita, ese miedo, esa mezcla de sentires que no deberían ser, pero que mi ser masoquista potencia a no poder más. No sé si lo hará en busca de inspiración. Sencillamente no lo sé. Pero lo hace, y quiero dejar de depender del café para bajarles la intensidad.

Hoy no quiero, ni puedo, escribir bien. Tengo demasiados parches y censuras como para hacer que esto suene bien. Sólo quiero viajar, y bajar la ventana para que el viento me vaya desprendiendo las heridas de la cara. Lamentablemente no puede quitar las internas, pero algo es algo.

29.12.09

Bigtime

Un día, caminando por Providencia, se me pegó un chicle en el zapato. Recuerdo haber mirado mi zapato y después al cielo, pero no pude ver nada porque la obra gruesa del abandonado Costanera Center me tapó la vista. El chicle tenía una piedra preciosa incrustada que con el paso del tiempo se cayó. Sin embargo, el chicle sigue ahí, estóico.

28.12.09

Sumatoria de días

Los años pasaron, llevándose con ellos un buen puñado de historias y emociones. Hubo notas de relleno, insertos mal hechos que llenaron de eco espacios hambrientos, ansiosos de colorear mis paredes blancas. Y fue la ansiedad la culpable de muchos errores, la compra de pinturas de mala calidad, que resultó en paredes descascaradas y uno que otro dolor en el pecho.
Sin embargo, hubo también notas cálidas, rebosantes de alegría, furores de vida que se extinguieron y dejaron un humo en el que puedo encontrar un pequeño refugio: la satisfacción de tenerlas en mi biblioteca de recuerdos. Y el deseo de volver a escucharlas en otras dimensiones y tonos, acompañadas de atardeceres distintos, y de veredas que aún quedan por recorrer. Porque la ciudad no es tan pequeña, y guarda celosa entre sus avenidas, por ahí en las calles con nombre de flor y concepto abstracto, barrios que brillan todavía.
Un canto retrospectivo nunca está demás. A él le debo toda mi compleja estructura, y siento que tengo que incrustarle más letras, a fuerza de cañón, así como me gusta a mí.

17.12.09

Agente 777

Eventualmente ser un detective privado/público es mi único deseo. Privado por anónimo; soy capaz de convertirme en una sombra y escarbar con mis propias manos y uñas en la información más privilegiada (Dios me libre de hacerlo al estilo Piñera), justo detrás de los velos tradicionales. Y público porque me gustaría ser un Robin Hood del siglo XXI, un encapuchado que ofrezca sus servicios a aquellos que lo necesitan, recibiendo la máxima de las satisfacciones en forma de un vaso de leche y una galleta (aprovechando que estamos en el período navideño occidental). Un Batman no fascista, cuyas armas no fueran el dinero sino la simple información y las buenas intenciones. ¿Quién no se cansa de que le vean la cara de imbécil?
Imagínese usted cuántas mentiras podría encontrar en esta sociedad de máscaras roñosas y mal
hechas.

Denuncia a horas (y deshoras): un periodista puto... o un puto periodista.

Remecer las vidas armadas, violarlas con la verdad y dejarlas llorando en un rincón oscuro de Santiago Centro, donde la humedad cobija, y los hongos se pegan para no irse más.
Busco exposición a la verdad, a la realidad, para que después tengamos los cojones de hacer de nuestras evasiones personales, utopías radiantes con propiedades curativas, un sendero semejante a las alamedas abiertas por Allende, y cerradas abruptamente por la mojigatería extrema de quienes condenaron a los que se atrevieron a hacer lo que ellos no.

14.12.09

Noche pegajosa de verano

Y de pronto todo dejó de tener sentido, como una palabra dicha muchas veces. Un parásito mental se comió mis ideas, las infectó de tal forma que no me quedaran palabras que decir... y lo logró.

10.12.09

disección emocional posmoderna

La luz de la pantalla hace ver
mis manos pálidas,
como una foto
a la que le exprimieron
sus colores y sonrisas.

Coméntame facebook, linda,
tengo unos links
que te pueden interesar.

Barricadas sortedas
por el psicópata y morboso
usuario que logró hallar algo
entre fotos y comentarios:
una aguja en un pajar,
un rasgo humano.

Emociones monocromáticas,
frases opacas,
acero que destruye
ventanas y puertas,
invita a los intrusos
¡a ultrajar tu hogar!

Entrada por prenda,
dice el reglamento,
y es ahí cuando
tú, yo y millones más
nos reconocemos
desnudos
y nos disponemos
a hacernos daño.

5.12.09

Megalómano

Con tenedor y cuchara esculpí un cuerpo.
Figura irregular como alambre usado,
y una boca que calla su hambre;
nadie se puede comer a sí mismo.

Dedos tiesos, duros, que rodean la pierna
tonificada de otro cuerpo:
generación espontánea en la geografía alba
de mi plato.

Ojos ansiosos.
Movimiento infantil y tosco
que quita el hambre,
y remonta a días en que no se jugaba
con la comida.

Supremacía humana, una vez más.
Creé mi propio mundo,
y sin darme cuenta
ya lo estaba digiriendo.

23.11.09

Ambivalente

Desperté con un sabor espiritual distinto, como si el cielo le hubiese pedido prestada la forma a días antiguos, y quise salir. Salir y ver desde otro lugar cómo el cielo muta desde su color celeste característico hasta el más petróleo de sus azules. Quise escuchar nuevas frases que me sacudieran de este extraño sentir. Pero mis pies no me llevaron a ninguna parte, condenándome al menos por algunas horas al sino de este dicotómico sabor.

18.11.09

Política, relaciones sociales y algo más

No queda más que el humo volátil, vaho silente de un diálogo a medias. Pisadas repartidas por las calles de una ciudad destruida por el deseo colectivo de cagar al vecino, en un afán absurdo de cubrir inseguridades.
No les queda más que arrepentirse, al par de soñadores. Desde un principio debieron entender que ir en contra de una masa social impregnada de egoísmo es imposible. Llevar a cabo empresas de ese tipo (y de cualquiera) suele llevar a la decepción. Lección de oro para aquellos que escuchan y promulgan ideales.
No les queda más que pedir perdón a los niños y jóvenes que decidieron unirse a la cofradía. Porque no es inocente aquel que peca de ignorante, eso ténganlo por seguro.
No queda más que aceptar que no sirven los corazones blandos en una guerra mundial de aspirantes a superhombres.
No queda más que abrir la boca y recibir las cucharadas de sal que dichoso te echa en la boca el maestro, el carabinero, el juez, el cura, el conductor de micro, la embarazada del metro y todos esos personajes incidentales que sólo contribuyen saboteando tu paz mental.

Y me voy a caminar, esperando encontrar la respuesta libre a una pregunta abierta.

17.11.09

Ácaros

De vez en cuando me da por conceptualizar ciertos aspectos de mi vida, como si con eso lograse un supuesto orden en mi habitación mental, soplando la tierra de los libros y pasando un paño por las ventanas. Meto situaciones varias a cajas etiquetadas con distintos plumones y títulos creyendo que eso me dará paz. Sin embargo, sé que sólo consigo esconder la basura debajo de la alfombra. El bulto se ve, es evidente y me perturba.

11.11.09

las radios debería regalarlas el estado

un cigarro y empiezo. todavía es temprano. sí... aún no cruzo la barrera de las veinticuatro horas, todo puede esperar. no me interesa si me atraso. el único perjudicado soy yo. no sé si me guste esa idea, no sé si me guste alguna. sólo sé que me pesan los ojos y que es temprano, muy temprano... temprano para mi inexperiencia, para la música que aún no logro oir y para la que todavía no afino mi oído. finalmente, todo es música. estamos construidos en base a acordes, notas y mezclas que no entiendo pero que sé reconocer cuando son buenas. buenas, pero buenas de adentro, conmovedoras, finas y frágiles.
es un derecho. un deber. una oportunidad que debería garantizar el gobierno: cerrar los ojos y dejarse llevar por un montón de notas que midan un metro ochenta y te lleven cual río hacia el mar.
el mar... sí, desconectarse hace bien de vez en cuando, y las radios debería regalarlas el estado.

9.11.09

Azar

Un enanito baila en el cable del teléfono y me recuerda lo rico que se siente cuando faltan hilos conductores entre los hitos de la vida. Es como si nosotros, pequeñas pulgas en el perro/mundo, fuéramos viviendo situaciones y saltando de isla en isla, encontrándonos con paisajes y climas que no paran de sorprendernos. Suena atractivo, pero lo es sólo hasta que aparecen los animales salvajes: cocodrilos, cuervos y manatíes asesinos de diversos colores que quieren un pedazo de ti para llenar sus vacios estómagos.

8.11.09

Respuesta a la abulia

Me cansé de la nostalgia y de todos sus olores y sabores. Me cansé del suicidio lento, de la autodestrucción y de la certeza de que no vendrían tiempos mejores.
Me cansé de las predisposiciones, del prejuicio que como costra de cemento se me pegó en la cabeza.
Me cansé de escribir sin tener algo que decir, o sin querer darme cuenta de que sí hay ideas que me pican. Ahora estoy lleno de esa alergia, y no hay lugar del cuerpo que no me diga tienes algo que decir.

2.11.09

Todos por un mundo mejor

Anoche, a las 2 de la mañana, tomé una micro junto a un gran amigo. La micro se demoró en pasar, y eso que estábamos en Plaza Italia, donde la fluidez del transporte debió ser mayor un sábado por la noche. Ahora que lo pienso las micros pasaron, pero no las tomamos por dos razones: la primera, porque nos equivocamos de paradero; y la segunda, porque dentro de tanta conversación (des)constructiva sobre nuestros líos existenciales no las vimos. En fin, eso no tiene importancia para la historia que quiero contar ahora.
El punto es que la micro llegó, nos subimos, y vi en la parte de atrás a un conglomerado pacifista-marxista-hippie-moderno que sostenía una pancarta que decía "todos por un mundo mejor". La vi y, sin dudar, a punta de codazos me moví para alcanzarlos.
Me tomaron por sorpresa en un momento donde mi cabeza se movía ambivalente entre el idealismo y el pesimismo. Supongo que por eso me llamaron tanto la atención.
Una chica del grupo se me acercó y le di cien pesos. El mensaje de la pancarta me llegó, así que sentí que merecían mi humilde cooperación.
Sonriente me puse al lado de la puerta de salida, con mi amigo (que por cierto se llama Daniel) al frente. Ahí fue cuando, entre tantos desahogos que al pobre le ha tocado escuchar, empecé a desarrollarle mi idea fatalista de cómo sería mi futuro, y de las ataduras que no me permitían hacer/decir lo que quería.
Sí. La idea era larga, y antes de que terminara de vomitarla se me acercó otro de los chicos de la pancarta, y me dijo:

- No trates de hacerlo, hazlo.

Después de decirlo se bajó de la micro. Su aparición fue como la de uno de esos ángeles cinematográficos que uno ama/odia y que secretamente ansía que aparezcan, para que iluminen un poco el caminito zigzagueado que nos hacemos cada día. Cuando me bajé en San Martín, sentí que una pequeña porción de mi disposición frente a la vida había cambiado. Pero, insisto, sólo una pequeña porción.

26.10.09

Microcuento

Había una vez un hombre que estaba tan, pero tan disconforme con su vida, que sólo podía referirse a ella en tercera persona.

22.10.09

El pitido y su dulce consecuencia

Sin darse cuenta, casi termina siendo devorado por ese silencio que arrasa con todo lo que ve. Y mientras sentía que aquel pitido característico de la omisión le perforaba el oído, hizo la analogía perfecta, como si del cielo le hubiese caido en forma de idea una radiografía de sus sentimientos: se veía a él mismo, parado en la mitad de la calle, frente a un auto que se desplazaba hacia él a una altísima velocidad; sin embargo, estaba pegado al piso, clavado por el peso de las inseguridades autoimpuestas y también las sociales, que en el fondo eran las que más lo frustraban. Estaba cansado de dar, de correr hacia una nube estando en la tierra, atrapado por el peso de la gravedad. Deseaba caminar en otro lado, perderse entre letras que le dieran esperanzas nuevas; quería recibir el soplo violento de un objetivo nuevo en su vida.
El pitido cesó de un segundo a otro, y su mente pudo recapitular las ideas surgidas, bautizando a ese pitido como a una fuente de inspiración. Fue como si el silencio se hubiese materializado en un animal gigante, y él, dentro de la boca de ese animal, fue una pesadilla permanente que logró convencer al monstruo de que la mejor decisión era dejar a su prisionero libre, escupiéndolo.
Ahora, después de sacudirse de toda la saliva que quedó impregnada en su piel, como si fuera un petróleo espeso y oscuro, respira hondo y se arregla para salir. Sabe que afuera hay algo esperándolo, un objetivo tácito que con la sola sospecha de su existencia lo levanta del suelo, invitándolo a buscar un refugio. Llámenlo vocación, idealismo o esperanza, como quieran. Sea lo que sea, es una razón que basta para levantarse en la mañana, mirarse al espejo, y afeitarse para enfrentar bien el día con buena cara.

11.10.09

Vidas genéricas

Lo peor que se le puede hacer a una historia es sintetizarla. Incurrir en ello es un error, una ofensa. Contar una historia de manera resumida es cercenarle los detalles que le dan ese sabor agridulce tan importante para los melancólicos crónicos.
Sintetizar y simplificar historias le da vida a los tan odiados clichés; el amor es un cliché hasta que se narran sus detalles mas íntimos, aquellos que lo hacen único. Lo mismo pasa con las novelas, por ejemplo. Los argumentos de las novelas, e incluso los de la mayoría de las películas, están sumamente manoseados. Sin embargo, es la visión particular la que las sigue haciendo interesantes, como si la idea en sí, la premisa, fuese una ocurrencia fresca y novedosa.
De todas maneras, el objetivo de referirme a este tema no es redactar una suerte de ensayo barato, sino hacer una asociación. Extrapolando la idea sobre los conceptos recurrentes que sin detalles carecen de sentido y adoptan un carácter genérico, se me vino a la cabeza que la comunicación humana superficial, esa que consta sólo de contar lo acontecido en el día, lleva a que las personas entren en una casilla arquetípica. "Esos que siempre hablan de marihuana", "esos que salen a caminar y a tomar fotos por Santiago", "esos que pasan todo el día en la casa, haciendo nada", "los enamoradizos", "los chicos pop que idolatran a Lady Gaga".
Es un fenómeno común, pero no es tan grave. De hecho, tiene una fácil solución: cualquier persona que pertenezca a alguna de estas clasificaciones puede rápidamente escaparse. Basta con abrir una diminuta puerta personal y exponer todo aquello que nos personaliza. Presentar nuestro propio argumento detallado.

1.10.09

Broken buildings

No hay ideas nuevas. Siento a mi imaginación un poco oxidada, como si fuera un edificio gigante cuyas vigas están naranjas, a punto de quebrarse. Es una industria abandonada, lista para ser acondicionada y convertirse en un complejo de lofts que hará de casa para todos los snobistas que deseen vivir ahí. Las ventanas están destrozadas, ya sea por piedras o fatiga, y el piso está lleno de colas de marihuana; no falta el punk que va a los edificios abandonados. Son tres pisos violados por el eco que producen mis ideas inválidas que sueñan con caminar y procrear para preservar la especie.
Si mis ideas se alimentan de aire, ¿por qué me cuesta tanto alimentarlas?

29.9.09

Arquetipo shuer' loco

Siempre que salgo a la calle, en cualquier esquina, cuadra, o pasaje me sale un tipo shuer' loco. Es típico; la misma pinta, los mismos pantalones. Es como si hubieran tomado a un weon y lo hubieran fotocopiado pa' repartirlo por Santiago y hacernos creer que somos un país de artistas incomprendidos.
Sí, son fotocopias. Intrusean en los perfiles de facebook de los chicos "interesantes" para ver qué libros leen. Copian el título y lo ponen en wikipedia. Sacan citas, ideas e historias y las repiten como loros. Creen que eso atrae a la gente shuer' loca, y puta, tienen razón. De todas maneras basta con que les preguntís cualquier cuestión que no salga en el resumen del Rincón del Vago pa' que caguen.
Se llenan la boca con esa filosofía barata de shopería de Estación Central y atraen a la gente haciéndose los vividos. Comentan escenas de las películas de Lynch o Lars Von Trier como si ellos las hubieran escrito, pero no tienen idea de lo que quieren decir. Piensan que la cosa conceptual es un sobrenombre que se le da a la gente culta.
Se compran Converse y las ensucian con la arena de la plaza; y, en el peor de los casos, ellos mismos las recortan para que se vean viejas y cool.
Son un montón de hijos de puta tan, pero tan pretenciosos, que si la pretención fuera un olor sería más fuerte que el de esas colonias de bazar de barrio.
En fin, me desahogué. Siento que se me quedan hartos detalles en el tintero, pero mejor los dejo para otro día.

28.9.09

Signo pare

Paro a 100 kilómetros por hora accionando el freno de mano. Lo hago como si fuera un botón y no una palanca. Violento, rápido, fugaz y algo divertido. ¡Detente!. Me detengo. Nada que hacer.
Frenar, freno, frenador. El destino de una vida compilado en un pie que, lamentablemente, no siempre está conectado a la cabeza. Partes del cuerpo fragmentadas y convertidas en entes autónonos: mente, corazón, hígado y páncreas; el romanticismo y algo más.
Cuesta ser directo... Freno. No hay más ideas que desarrollar. Mi honestidad no me permite admitir que los filtros me lo impiden... Freno.
Después de todo no es tan terrible quedar botado en el asfalto y pararse de a poco, lento; es más, creo que ayuda a valorar la vida.

24.9.09

Mi muela tiene una hoja que me molesta

Mastico la relatividad del tiempo como un apunado mastica la hoja de coca. Lo hago con rabia, esperando que en aquel masticar sin sentido mi malestar se calme y me lleve de la mano a la cima de la cordillera.

22.9.09

Libros con tierra

El tema de la validez es complejo. Suele saltar cuando uno se mete al baúl de los recuerdos y comienza a analizar las fotos con el ojo de la experiencia, siempre mirando desde el presente. En ese ejercicio, al menos yo, me pongo a unir cabos, a hacer de la foto una historia contínua. Es ahí donde surge la validez, cuando uno entra en el juego de la argumentación y la contraargumentación: lo que se dijo menos lo que se dijo después. Palabras hermosas contrarrestadas con hechos horrendos, con palabras opacas capaces de destruirlo todo.
Dudo que haya alguien capaz de hacer una retrospectiva y sólo quedarse con los lindos recuerdos. No hay imparcialidad en el juicio hacia el pasado. Lo que se dice ahora siempre le restará vigencia a lo que se dijo antes. Y, sinceramente, eso es una mierda. Puede que sea el olor a naftalina del baúl, manifestación olorosa de la nostalgia, pero estoy seguro de que el romanticismo del pasado siempre tendrá más validez que el presente.

1.9.09

Pasto, hora libre y tabaco

Besos con sabor a paréntesis, a evasión. Una búsqueda análoga a tantas otras. El análisis profundo de córneas ajenas, gestos repetidos y frases complacientes que hemos escuchado una y mil veces. Falta de originalidad en un arte que la posmodernidad se llevó junto al sueño de algún día ser mejores.
Besos con sabor a desidia, desencantados, testimonios inefables de la decepción crónica que se pega a la piel con la ayuda de una versión emocional de la gotita. Son las melodías repetidas, los lugares que van perdiendo significado en un juego de profanación de tumbas.
Besos podridos, ácidos, impregnados con el sabor de las malas intenciones. Un enlace manchado con leyes que lo vuelven un tarro de atún con fecha de vencimiento.

27.8.09

On/Off

Tal vez sería mejor dejar de buscar analogías absurdas y creer en lo que las galletitas de la fortuna de Facebook tienen para nosotros. Es más, deberíamos fundar una religión basada en dogmas cocacolísticos, mandamientos wallstreetianos y una redención internetística. Hacer ataúdes de cable, comida de plástico y cepillos de dientes con láser. Supongo que así se me iría el dolor de cabeza y podría dormir un poquito más de lo habitual.

18.8.09

Cíclico

Un niño se divierte lanzando una pelota saltarina a la pared para después recibirla. Lo hace una y mil veces. Me detengo unos minutos a observarlo pero después sigo mi camino. Son demasiadas analogías decadentes para un sólo acto.

15.8.09

El elefante melancólico

Los días se suceden de dos en dos, alejando con su paso mil horas de mis manos. No es posible eludir la justicia que mis entrañas me exigen. Justicia lógica que mi tribunal mental niega a cada recuerdo, relegándolo en un plan erosivo de evasión.
Es hora de protestar, de sacar a las calles a mi batallón sediento de franqueza. Es hora de asumir, de digerir, de llorar y vaciar la angustia que arremete contra mi ánimo cada vez que me desocupo, o me ocupo a medias sabiendo que mi elefante melancólico no se irá hasta comerme entero. A fin de cuentas sé que en mi fuero interno hay claridad sobre esto: sólo así me dejará ir.

30.7.09

El manual del asesino

Lo primero que hace un asesino después de matar es limpiar su imagen. Bueno, después de eliminar la evidencia, dejar la escena del crimen y desaparecer de la luz pública por un tiempo. En fin. Cuando comienza el condenado intento (condenado porque desde un principio sabe que no lo va a lograr, al menos consigo mismo) crea mentalmente un escenario en que los factores son manipulados de tal forma que la autoindulgencia llegue sola. Necesita imperiosamente autoconvencerse de que el error no fue suyo, y la única forma de lograr eso es justificando, a cualquier precio, el asesinato cometido. Por lo general eso se logra culpando a la víctima de haber incitado el conflicto. Otras veces basta con apelar al odio que se le guardaba al difunto, hecho que con la ayuda de un malogrado sentido común termina siendo la carta de perdón que en su envoltorio tiene igual remitente y destinatario. De todas maneras, en la mayoría de los casos se suele culpar a la víctima.
Una vez logrados estos objetivos el asesino adopta la personalidad del inocente, de quien nada hizo excepto apelar al sentido de supervivencia y de autoconservación de la especie. Con dicha personalidad el asesino comienza a relacionarse, y a sembrar la semilla de la confianza en cada persona que toca, haciéndole creer que él no es más que una blanca paloma cuyos recuerdos no son más que lindas tardes de verano al sol leyendo una revista y tomando Coca-Cola.
Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos por dar un paso hacia el olvido, de vez en cuando la cara del difunto visita los recuerdos del asesino como una maldición que no quiere desaparecer. Cuando eso ocurre al asesino le basta con prender un cigarro, o en su defecto un caño, para desviar la mente hacia otros sectores más agradables como por ejemplo la proyección de vida, que por lo general está constituida por un enorme hogar, muchos hijos y una señora estúpida y complaciente.
Finalmente, después de unos años, la vejez junto a su terquedad correspondiente logra conceder la absolución completa. El paso de los días suele degenerar los recuerdos, acomodándolos más a lo pensado que a lo realmente vivido, permitiendo la muerte tranquila y sin remordimientos.
Para finalizar, debo hacer tres alcances con respecto a mi guía del comportamiento del asesino. En primer lugar, para que se cumpla es necesario que el asesinato nazca de la casualidad, ya que la premeditación desvía aún más el comportamiento y suele acabar en el suicidio. En segundo lugar, es importante aclarar que este patrón de conducta rige solamente a los hombres, puesto que las mujeres suelen tener reacciones mucho más elaboradas y perseguidas que, a diferencia de los hombres, en la mayoría de las veces las llevan a la victoria. Y en tercer y último lugar, es de imperiosa necesidad aclarar que los asesinos que cumplen este parámetro de conducta asesinan sólo una vez, porque de no ser así no se arrepienten honestamente, guiando su modus operandi hacia extremos aún más oscuros del comportamiento humano.

21.7.09

Dictadura del comportamiento

Rodeado de ladrillos rojizos descansa el rey de la retórica redonda llena de infortunios. Sus fieles lo escuchan atentos, poniéndole especial atención a sus ojos, mientras que ideas o recuerdos de cualquier índole llegan a sus mentes en forma de batallón ruidoso. Todo suena más fuerte si se osa a obviar las historias del rey. De tanto escucharlas terminaron grabándose a fuego en la memoria de sus oyentes, haciendo prescindible la escucha de las hazañas ya mil veces repetidas. Su pueblo sabe que su amada fue asesinada por un grupo de libertarios en una batalla de libros y argumentos. También es de conocimiento público la triste historia de su familia, cuyos miembros decidieron enfrentar el libre destino de la horca. El impulso que los llevó a eso es todavía desconocido, aunque las brujas y los ladrones dicen que al nacer el rey sus familiares captaron una vibra maléfica que, camuflada en unos brillantes ojos celestes, no fue suficiente para que alguno de ellos se atreviese a matarlo. Finalmente, después de decidir por apartarse del atroz porvenir, prepararon una cena de primera categoría, se confesaron y acudieron en fila al establo. Diez días después fueron encontrados por una vecina que, según ella, no soportaba el olor a herejía. Cuando aquello ocurrió el rey tenía apenas tres semanas.
Al cumplir el año ya era reconocido como el rey más joven de su dinastía eterna y conservadora. Las dulces nodrizas lo arropaban con seda y lo dejaban reposar sobre cojines de plumas importados directamente desde el cielo. Era el regalón, y no sólo porque fuese el único heredero de un imperio levantado sobre tablas endebles de mentira e hipocresía, sino porque se tenía esperanza en él. Durante el último reinado, en forma completamente clandestina, se habían hecho investigaciones sobre la factibilidad de la honestidad en las relaciones humanas, y los resultados no hicieron más que actuar como fertilizante para el deseo de alcanzarla. El espíritu humano se había inflado de sobremanera, y el rey era la persona indicada para guiar a todos a través del camino de la verdad. Al menos, eso era lo que se creía.
Con el paso de los años el rey demostró pertenecer a una escuela muy parecida a la de sus padres, pero con el trauma latente sumado a sus percepciones totalitarias del mundo. No había derecho a la verdad ni al respeto. Durante aquel período, cualquier persona que fuese encontrada en algún acto de naturaleza monógama era llevada inmediatamente a la hoguera, bajo el cargo de atentar en contra de la idiosincracia propuesta por la corona. Era peor aún para aquellos que osaban a prestar ayuda desinteresada, ya que las torturas estaban a la orden del día y el que no moría de dolor, lo hacía de locura.
El pueblo, decepcionado, organizó grupos armados encargados de oponerse a la dictadura del comportamiento. Muchos murieron en esas guerras civiles, que fueron tan numerosas como la cantidad de muertos. Hubo en ellas muchos atentados, siendo el más importante aquel donde las bombas volaron por los aires a los caballos y a la reina, mujer de belleza envidiable y dudosa inteligencia. Aún así las peticiones fueron evadidas, dejando como única opción la hoguera para la reina -es decir, sus restos- que, según dicen, se quemó sin dejar caer su corona derretida.
Los años siguieron pasando, y a medida que la población disminuía en número también disminuía el deseo de oponerse. La ira fue vestida de gala y se manifestaba solamente a través de comentarios políticamente correctos, que si bien no alcanzaban a desahogar las frustraciones adquiridas a pulso daban una sensación de poder que se asemejaba a la paz.
Ahora el rey está viejo. Sus más cercanos saben que se arrepiente enormemente de muchas de sus decisiones, ya que la mayoría fueron en contra de sus principios más íntimos. Sin embargo, pesaron más en la espalda las lápidas de sus familiares que sus deseos por una sociedad recta.
Al morir dejará a su hijo, y tal vez, sólo tal vez, la historia se repita. Ya dicen las brujas y los ladrones que hay olas de esperanza esperándolo a él. Y hay otros que piden sólo una cosa: que el pueblo desarrolle la memoria histórica.

18.7.09

Ira en la locomoción colectiva

Hoy me tocó un conductor muy particular en la micro. Lo digo porque tuve una visión panorámica de su comportamiento, ya que mi espíritu de autocuidado (que a veces me ataca con fuerza) me impulsó a sentarme en el primer asiento. A través del espejo retrovisor veía su rostro perfectamente. En términos específicos, podía notar la mutación de sus facciones al ver a las personas esperando en el paradero de forma tan, pero tan cercana, que su odio hacia el prójimo me llegaba como un olor a podrido. El conductor estaba enojado, irritado, tal vez drogado. Lo raro fue que un par de veces me dirigió la mirada a través del retrovisor, y extrañamente no me miró con odio, sino con una expresión cansada, lo que me llevó a sentir una suerte de conexión con él, el conductor desdichado. Había un hilo de empatía entre nosotros, posiblemente por el hastío, que en su caso era menos que manejable.
Cuando ya llevaba alrededor de 15 minutos en la micro, creyendo que su cólera lo iba a obligar a pararla para echarnos a gritos de ella, metió su mano en el bolsillo y sacó un cigarro. Sus facciones tensas se relajaron un poco con el humo, pero no del todo. Manejaba rápido, evitando algunos paraderos donde señoras menopáusicas esperaban su transporte para ir a controlarse la presión y después llevar montones de exámenes a su casa en una bolsa que guardarían en un cajón de la cómoda.
Pensé en preguntarle ¿te molesta que saque uno?, pero me arrepentí a último momento. Era un acto de sumo egoísmo el interrumpir su momento de relajo, sobre todo tomando en cuenta que mi petición era, de manera expresa, un abuso.
Al llegar a mi destino preferí no tocar el timbre de la micro. Simplemente lo miré y le dije aquí por favor. Me miró tranquilo, detuvo la micro y abrió la puerta. Me bajé, prendí un cigarro y no me sentí solo; existen más personas como yo.

6.7.09

Amputación

Es extraño el cómo la mente de los "clientes" siempre trata de limpiarse, de volver a sus ridículas mentecitas de origen puritano chanta... siempre la CULPA será del otro, debe ser así pues en la negación de la propia carne está la inmolación que permite volver a besar las marianas mejillas de la madre... y comer de su pan, por supuesto.
¡Vayan con Dios, niñitos, y cástrense en su gloria!

5.7.09

Llamada

Cierto adolescente descarriado toma su celular y marca rápidamente el número de su mejor amiga. Está completamente descompuesto. No sabe bien qué decirle a su amiga, o mejor dicho, no sabe cómo decírselo. Mientras suena el tono, da vueltas en su pieza. Toma algunos adornos y los analiza como nunca antes lo había hecho. Varios de ellos todavía tienen las etiquetas puestas, así que decide sacar esos autoadhesivos con sus respectivos códigos de barra gastados. Lo hace hasta que su amiga le contesta. Hablan sobre el colegio unos minutos.
- ¿Por qué tienes esa voz? ¿Pasa algo?
El joven, con su voz temblorosa, le contesta a su amiga que está preocupado. Le recuerda que frente a la ventana de su pieza hay un paradero de micro.
- No creo que el paradero te tenga tan preocupado, ¿o sí?
Casi sin voz, el joven le replica que lo que le preocupa no es el paradero, sino lo que hay en él.
- Hace tres días que me veo a mí mismo esperando ahí. Lo peor de todo es que no pasan micros, y con cada minuto que pasa, con cada segundo, se hace más oscuro.

29.6.09

Verborrea

Nada mejor que una alta dosis de Joy Division para una noche lluviosa de invierno. Sí, suena decadente. Sin embargo, para mí no lo es. No sé por qué, pero me hace recordar el gusto que me da ordenar las cosas. En verano, por ejemplo, con treinta grados de calor, dedicaba mañanas enteras a hacer aseo en mi pieza. Pasaba lustramuebles, limpiaba el televisor y mi velador -que tiene un vidrio encima- con multiuso, sacudía la alfombra, y hacía un millón de cosas más para que quedase perfecta. Al final del ritual, prendía un incienso y me echaba en la cama, cansado y feliz.
No sé si dicha costumbre habrá sido una manifestación encubierta de algún trastorno obsesivocompulsivo que tenga, pero la verdad es que amaba, y todavía amo, esa sensación.
A pesar de eso, ahora que hace frío, no soy capaz de hacerlo. Es como si hubiese desarrollado anticuerpos con los elementos de aseo -por suerte no con los de aseo personal-. Ese detalle, junto a muchos otros, lo atribuyo al frío.
Es verdad eso que dicen de que las cosas se congelan en invierno. No es sólo en la cordillera, sino también en uno mismo.

25.6.09

Des-fragmentación

No hay peor sensación que la de estar obligado a vivir una vida fragmentada. Una vida compuesta por pedazos huecos que solos no significan nada, pero que juntos significan nada... nada más uno. Y sé que no es fácil entender algunas ideas si se le agregan números, pero en este caso es necesario. Eso me recordó que, en mi interior, odio el afán del ser humano por clasificar numéricamente fenómenos que no son ni medianamente cuantificables. Supongo que de ahí nació mi antagonismo con los números.
Volviendo a los fragmentos, puedo agregar que la norma impuesta de la división de escenarios, ejemplificada en el yo-trabajo, yo-estudio, yo-miembro de mi familia, yo-en mi casa, yo-en la micro, me parece pésima. Es una obligación social, un empujón de suave daño, un escupo en los dientes que actúa en desmedro de la identidad. Dichas fragmentaciones terminan formando un laberinto donde uno ya no sabe cuál de todas las facetas es la propia. Ni siquiera los espejos ayudan a dilucidar esa duda, ya que la imagen que devuelven depende de la hora del día en que nos coloquemos frente a ellos.
La guerra que ahora lucho, en conclusión, es contra esa fragmentación. Invito entonces a los ociosos y a los eruditos a pensar en ello.
¿A quién no le molesta tener que ser alguien en un lugar, y otro en otro?

17.6.09

Belleza Latinoamericana

Hoy en la mañana, cuando saqué la basura, vi una bolsa dar vueltas en el aire y recordé una escena de Belleza Americana. Me acordé precisamente de esa parte en que el vecino psicópata le mostraba el video de la súper bolsa existencialista a su polola, mientras le decía que a veces había tanta belleza en el mundo que no se sentía capaz de soportarla.
Una o dos veces me he sentido como él. Al borde de llorar por emoción, sintiendo las entrañas en el cuello y queriendo que aquella sensación (des)agradable se quedase conmigo para siempre. Pero cuando recordé la escena estaba lejos de eso, sintiendo como único impulso el deseo de dejar la basura en el tambor porque el olor ya me estaba matando.
Esperé por un minuto (en realidad por varios) que aquella bolsa blanca llena de migas de pan me dijera algo. Podía ser cualquier cosa, incluso una frase prefabricada o algún garabato. Sin embargo, la bolsa cayó. Odié al viento por unos segundos, dejé el tambor de la basura en su lugar y cerré la puerta de calle. Tal vez si hubiera tenido una grabadora las cosas hubiesen sido distintas.

5.6.09

Aseo

Cerré las compuertas del castillo. Dentro de él sólo quedaron un par de gárgolas que venían cuando lo compré, y el laberinto de arbusto que jamás he regado.
Una de las principales motivaciones que me llevaron a comprarlo fue la presencia de dicho laberinto. Majestuoso en forma, compuesto por miles de caminos que desembocan en otro y no terminan a menos que se haga la combinación perfecta, cosa que nunca he podido lograr.
Ahora está seco, y basta con pararse en una silla para ver su centro. Sin duda es una vista desoladora, pues entre las hojas amarillas y los esqueletos de quienes murieron en la arriesgada travesía hacia el centro, se puede ver una mesa de madera que en su cubierta tiene una hoja en blanco junto a un lápiz.
A veces paseo por sus alrededores como excusa para evitar sacudir los viejos muebles del castillo. El silencio que envuelve los restos de lo que alguna vez fue un laberinto me relaja. Pero, lamentablemente, eso es temporal. Sé que tarde o temprano tendré que entrar al castillo, hacer aseo, y llenarlo de adornos baratos y de mal gusto. O idealmente, podría tomar la hoja y el papel, y ponerme a regar.

3.6.09

An occasional dream

Cuando compré mi boleto especifiqué que quería irme al lado de la ventana. No hay nada peor que viajar mirando el pasillo, lleno de señores roncando y niños que no se quedan tranquilos. Mirar por la ventana, en cambio, es una invitación a formar parte del viaje.
Antes de partir me abrigué lo más que pude. Era invierno, y preferí evitar resfriarme, sobre todo con eso de la gripe humana dando vueltas.
Me puse los audífonos mientras miraba por la ventana, permitiéndole a Bowie hacerme parte de su odisea espacial, y comencé el clásico divagar de quien no se explica el porqué. Al mismo tiempo, iban pidiéndonos los nombres y teléfonos de referencia para que, en caso de algún accidente, pudieran informarle a nuestros familiares que estábamos muertos. Y no sé por qué, pero en vez de dar mi teléfono inventé uno. Supongo que quise desenmarcarme un poco de mi historia.
El viaje me hizo darme cuenta de que me había vuelto un caballero errante, cuyas cavilaciones no pesaban más que una pluma y cuyo destino era un gran signo de pregunta.
Cuando tomé la decisión de viajar compré el boleto más barato, sin importar para dónde fuera, ni cuántas horas estaría arriba del bus.
Me tomó veinte horas llegar a mi destino. Lo primero que hice fue poner los pies en la alfombra y cerrar la ventana. Despertar tan de golpe siempre me ha puesto de mal humor.

30.5.09

De-forme

Se tomaban las manos y hacían rondas alrededor de los árboles. Cada uno tenía una deformidad distinta. Estos tres eran los hijos bastardos de la evolución.
Mientras giraban se apretaban las manos, dejando fluir a través de ellas el calor de la fraternidad, ese bien que tanto les hacía falta.
Dicha actividad era un ritual de todos los días, que duraba hasta que el cansancio los tomaba prisioneros. Cuando eso ocurría, pasaban al círculo de conversación, y era ahí cuando compartían las astillas que perforaban sus pieles.
Sacárselas por unos segundos suponía un sacrificio enorme. La herida quedaba al aire, a la vista de todos, y el riesgo de desangrarse por ella era alto. Los tres amigos deformes atribuían eso al precio de la confianza, y la verdad es que aquello no les producía más que un profundo bienestar, y un leve mareo que minutos después olvidaban.
Así era su vida, enterrada y olvidada dentro de un bosque. Lo que ellos no sabían era que había deformes caminando en las urbes del mundo, tapando sus cuernos con sombreros, y sus astillas con cremas hidratantes.

22.5.09

Show

Aplausos. Más aplausos. El ruido inunda el salón con una violencia que revienta tímpanos. Los aplausos cesan, y las manos se van a las orejas. Ya no es un show del escenario hacia los espectadores, sino de los espectadores hacia el escenario.
Moraleja: aplaude, pero no más de lo necesario.

10.5.09

Cemento

Un niño tenía la costumbre de salir a caminar por su barrio, mientras la música le perforaba los oídos y los pensamientos le abultaban el cerebro. Sentía que su conexión con el mundo era más profunda de ese modo, o quizás prefería pensarlo de esa forma para evitar enfrentar el motivo real. Cuando lo hacía, miraba el piso y buscaba en él cualquier cosa, podía ser una moneda o una cajetilla de belmont light vacía, lo que fuera con tal de desviar su atención. La costumbre de no pisar la línea del asfalto lo había aburrido, muchos de sus compañeros comentaban sobre eso, como si fuese una manera absurda de llamar la atención. Lo que él quería no era eso, al contrario. Buscaba en sus salidas un oasis mental donde ordenar sus ideas, ya que el peso de la presión que lo circundaba en su día a día no le permitía tal nivel de concentración. Quería pararse frente a su espejo algún día, con la rigidez de quien está seguro de todos los aspectos de sí mismo, sin dudas sobre el laberinto interno que todavía no lograba superar, y aceptarse. No se atrevía a aprender de las personas, le parecían crueles en sus modos, además sabía, como todos, que comentar cualquier tipo de debilidad era un riesgo alto; la gente que andaba en busca de defectos para tapar los propios abundaba. No deseaba tomar ni un mínimo de riesgo, al menos no antes de pararse frente a aquel espejo que proyectaría esa imagen que él tanto deseaba analizar.
Un día el niño, mientras caminaba, creyó tropezarse. Cuando se paró del suelo escuchó que alguien le dijo "no te movai', hueón". Con dicha frase su oasis terminó por desaparecer. Aquel hombre que lo botó le quitó su música, y con ella la esperanza de llegar frente al espejo. Días después, con el shock ya superado, decidió buscar refugio en los estudios. Le dedicaba horas a dicha actividad, tantas como le fueran permitidas. El tiempo pasó, y con él llegaron cosas nuevas. Un día, estando ya grande, casi al superar su adolescencia, decidió estudiar medicina. Por fin logró forjar un sueño, y finalmente lo consiguió.
El niño creció, y ahora vive en una casona perdida en la comuna-ciudad de Las Condes. Su vida está reducida al trabajo y al deseo de llevar cada vez más plata al banco, pero de vez en cuando, cuando escucha música y las notas se deslizan por su oído, puede ver los vestigios de su oasis. Cuando lo hace se dice a sí mismo que nunca es tarde... Sin embargo, siempre llega temprano al trabajo.

26.4.09

Maldito

Hoy amanecí cruel, con el espíritu de un hijo de puta y la mentalidad de un dictador genocida. Desperté con el deseo de tomar las neuronas de alguien y hacer con ellas un juego de manipulación psicológica digno de la tortura china.
Llevo semanas acumulando esta rabia. Los empujones en la micro, las gotas que caen de los edificios del centro, el gato que marcó territorio en mi ventana, los ladridos del perro del vecino y el temblor de hoy en la mañana, todos estos desafortunados eventos desembocaron en mi desesperación... y ahora quiero drenarla. Para eso mi mente dio luz a un plan asqueroso y desalmado. Posee tres pasos... tres pasos capaces de tocar la fibra sensible de mi víctima, y hacer con ella un nudo que la hará llorar hasta secarse.
Primer paso, abrir una conversación en MSN. Segundo paso, escribir hola. Tercer, último y brutal paso: enviar el saludo sin un emoticon.

23.4.09

Clase de religión

Cuando iba en básica, como en cuarto, tenía un profesor de religión que, si la memoria no me falla, se llamaba Roberto. Recuerdo que un día llegó a la sala, accidentado, y nos preguntó quién moriría primero, él o nosotros. Todos gritamos al unísono -porque los niños no hablan, gritan- "usted, porque es mayor que nosotros". Y él nos respondió, con su característico estilo irónico, que eso no era cien porciento cierto, ya que a pesar de ser niños, podíamos ser víctimas de un accidente o de una enfermedad mortal.
Nunca se me olvidó esa clase. Ese profesor me caía bien, nos hacía pensar.

2.4.09

Círculo

Antes de dormir y de cerrar los ojos, suelo fumarme un cigarro escuchando música con la luz apagada. Por lo general, en ese momento el resplandor del reloj del VHS marca la 1:00 -está en horario de verano-. Y no sé si será porque está oscuro, porque tengo sueño o tal vez porque la música me despierte alguna neurona existencialista, pero es en esos momentos donde encuentro las respuestas que durante el día se me escapan.
Lo lamentable de todo esto es que me quedo dormido en el proceso, despertando al otro día con la conciencia de haber concluido, pero sin la conclusión en la memoria. Y cuando eso ocurre, no hay vuelta atrás. El único consuelo es esperar la otra noche, e intentar, una vez más, evitar el fatídico principio/final de mi círculo vicioso de cavilaciones nocturnas.

29.3.09

Paradero

Es raro andar tarde por el centro. Las calles que suelen estar atestadas de gente se vuelven vacías. Los edificios al fin pueden expresarse, mostrando fachadas violentas, llenas de lugares oscuros donde se puede asaltar. Las veredas desnudas exhiben la basura que reciben durante el día, dejando a vista de todos el nivel cultural de quienes las transitan. Las prostitutas también tienen su papel en el montaje nocturno, apoderándose de semáforos y miradas, esperando el momento preciso para atacar cuerpos y billeteras. Mientras que a dos cuadras, un colchón roñoso alberga a un hombre que no tuvo el futuro brillante que pudo haberse esperando en su niñez.
Es triste. Sin embargo, todo acaba cuando llega la micro y se dejan atrás los montones de bolsas de basura que no se han recogido por alguna huelga de la empresa responsable.

26.3.09

Sustituto

Me gustaría que las canciones hablaran por mí. Tienen ideas claras en letras muy precisas. En cambio yo suelo perderme en mi propio mar de palabras e ideas, lo que hace que las frases me salgan tropezándose unas con otras, demostrando torpeza y poca precisión. Eso es si es que salen, ya que más de una vez se quedan atrapadas en la garganta, pidiéndome un breve estornudo.

23.3.09

Muy X

Quiero que llegue el invierno. No puedo decirlo de manera melancólica ni emo como antes. La prosa sufrida ya no me nace, y no sé si es porque mi percepción del mundo tuvo una leve modificación, o porque simplemente el invierno ya no encarna melancolía alguna para mí. Ahora es época de disfrute, y por eso espero que llegue luego.

21.3.09

Raro

Uno ve un montón de clichés en la tele y en los libros. Situaciones de felicidad que son difíciles de entender, y que incluso a veces hasta parecen irreales. Hay días en que da rabia verlas, porque se contraponen de manera tan desagradable con la vida de uno, que al final la única opción es apagar el televisor y acostarse amargado. Pero hay otros días, como estos últimos, en que todas esas cosas cobran sentido. Jamás pensé que las entendería. Debe ser porque estoy feliz.

5.3.09

Shoot!

La marcha marcial lo distraía un poco. Lo hacía olvidar por unos segundos al amor que dejó kilómetros atrás cuando decidió, o más bien fue forzado, a ir a luchar una guerra ajena a todas sus creencias e intereses. A veces lograba sentirse orgulloso de las muertes que con su rifle repartía en el campo de batalla. Los cuerpos agujereados y pisoteados por el cruel clima del lugar tomaban vida en sus sueños y lo perseguían pidiéndole explicaciones, o al menos un perdón susurrado. Pero cuando despertaba y oía las sirenas todo eso se desvanecía en la niebla de la violencia. Ni la fotografía de aquella persona que tanto significaba para él conseguía quitar de sus hombros la culpabilidad tácita que se respiraba en ese aire. Sin embargo había aprendido a vivir con ello. Sus padres siempre lo vieron como a un ser resiliente, y es por eso que entró al servicio militar; tuvo que adoptar el amor a su patria como a un parásito heredado.
Cuando los tres balazos que recibió sin darse cuenta ardían en su pecho no recordaba la razón de su lucha. Antes de morir alcanzó a odiar un poco a sus padres, y también alcanzó a arrepentirse de su ciega complacencia. Lo que no alcanzó fue a extrañar su vida, ni a sopesar cómo ésta iba evaporándose junto a todos sus sueños y dulces sentimientos.

2.3.09

¡Compre su bolsa de minutos!

Me carga cuando llegan mensajes de Movistar a mi celular. Y no es porque se lean mejor que mis textos ni porque suenen más convincentes; no, va más allá de eso, hasta la médula misma.
Me pica todo cuando apreto el botón y veo una promoción imbécil a la que no puedo optar, siendo que en lo más recóndito de mi mente (y por qué no decirlo, también de mi corazón) hay una pequeña chispa de esperanza (quizás no tan pequeña) que brilla emocionada anhelando un texto lleno de intencionalidad. Y al no cumplirse la expectativa, la experiencia termina traduciéndose en un espiral de emociones, o más bien en una montaña rusa maldita, donde caigo desde el nerviosismo y la sorpresa hasta la decepción en menos de tres fatídicos y extremos segundos.
Me pregunto si los tarados de Movistar pensarán eso cuando redactan sus malditos mensajes. Tal vez sea una conspiración de los grandes empresarios, con la finalidad de aumentar la tasa de suicidios y por consiguiente sus gruesos y jugosos sueldos. No lo sé en verdad, pero da para pensar.

28.2.09

H

Uno debería imaginarse el mundo escondido detrás del silencio. Son muchas las palabras que se ahogan en el mar de la omisión. Tanto así, que a veces pienso que el mundo sería distinto si no existiera ese océano de violentas olas. Si se secase esa agua se transparentarían las relaciones humanas, dejando atrás la confusión y la incertidumbre. No existiría el arrepentimiento causado por el ahogo textual, ni el horrible teatro mental que es la especulación.
Esta no es más que una idea al aire perdida entre la violenta realidad y el intangible pensamiento, pero no por eso deja de ser.

24.2.09

Autismo preventivo

Creo que ya hablé sobre los diálogos mentales que tengo de repente. No estaría seguro. La cosa es que los tengo. Se presentan en distintas formas y con variados personajes de mi vida. Algunos de estos diálogos nacen de la necesidad de conversar cosas que en la realidad no conversaría. Me ayudan a ordenarme un poco y a ahorrarme potenciales problemas. Aunque a veces, pero sólo a veces, me deprimen un poco... y me cortan las alas.
Quisiera tener las pelotas para que eso no me importara, pero ser tan reflexivo debía tener un lado negativo.

20.2.09

Re-cuerdo

Mi pieza antigua tenía una ventana que daba al patio. Siempre la dejaba abierta. A través de ella escuchaba a los insectos mientras imaginaba macabras historias escondidas detrás de las ligustrinas. A veces, en verano, me iba a meter a la piscina armable que teníamos. El agua era más caliente de noche, y no ver a los insectos flotando en ella me llenaba de confianza para hacer lo que quisiera sin miedo. Solía ir escondido para que no me dijeran que podía resfriarme... y flotaba.

18.2.09

Pesimista anónimo

A veces soy un poco perseguido. Siento como si tuviera una ceguera interna que no me permite ver las cosas como son. Es molesto... muy molesto.
Las palabras no concluyentes como "quizás", o las evasivas en general detonan mi paranoia interpretativa. Es ahí, en ese preciso instante, cuando miles de posibilidades pasan por mi cabeza y la peor de todas es la elegida para ser definitiva. Esta es la razón de mi pesimismo, y no es que me sienta orgulloso. Pero, como dicen por ahí, reconocer un problema es el primer paso para superarlo.

15.2.09

Profesional

Se sentó. Miró alrededor suyo y pilló al par de transeuntes que zigzagueaban la plaza. Al verlos pensó en hormigas trabajadoras. Iban de la mano, luciendo sin vergüenza sus cuerpos erosionados por el tiempo. Luego los imaginó como hormigas disfrutando del alimento recolectado en verano, y mirando con ojos cansados el hermoso hogar que con sus tenazas habían construido. Vio en ellos la satisfacción de una vida bien vivida, y no pudo evitar ser presa de la envidia sana.
El hombre siguió observando, e incluso olvidó por unos minutos que esperaba algo. Deseó pararse e ir a preguntarles la fórmula de su dicha, pero no le era permitido. Sólo siguió analizando la romántica escena y sintió, por primera vez, que todo lo que él pensaba de la vida era inválido. En ese momento toda su ignorancia afectiva se encontró frente a un sólido argumento que la dejó en jaque. Se extrañó al pensar que el fatalismo que perforaba su mente no era más que un mecanismo de defensa, pero lo olvidó cuando llegó la hora de hacerlo.
Metió su mano al bolsillo para tocar el grueso cheque que ganó estando ahí... y lo hizo. Fue un trabajo rápido. No quiso acercarse a los abuelos. Se colocó a unos ocho metros de ellos, apoyado en un árbol, y en una cosa de segundos le disparó a los dos.
Cuando caminó hacia su casa la idea de la herencia le dio vueltas. Nunca entendió por qué los hijos no aprendieron todo lo que él asimiló en media hora. Fue la primera vez que sintió pena al recordar un par de rostros muertos. El arrepentimiento no lo abandonó jamás, tampoco la enseñanza.

12.2.09

.

Un día desperté queriendo aprender otro idioma. Mi ambiente perdía sentido a medida que era descrito por palabras manoseadas y carentes de peso, que además de estropearlo lo hacían ver vulgar.
Hoy es un día como ése. Quiero aprender otro idioma porque si las cosas siguen igual, al menos quiero que suenen distinto.

1.2.09

S

Esta mañana decidí callarme. Sellarme la boca. Coserla con hijo y aguja. Quizás recortarla con una tijera para zurdos y arrojarla al Mapocho. Esta mañana amanecí dispuesto a lo que sea con tal de deshacerme de ella. Porque me molesta, me irrita. Es la autora de los errores más graves que he cometido. No tiene autocontrol. No sabe en qué momento debe respirar hondo y comenzar a filtrar lo que vomita.
Hoy le declaré la guerra a todas mis partes irresponsables. Sólo así lograré crecer y volver a hablar con conciencia y tranquilidad.

20.1.09

Espero no ser el único que piensa en verano

A veces, cuando hace calor, imagino más de lo que me gustaría. Es como si el aire viciado activara un switch en mi cabeza. Construyo conversaciones, paisajes, besos, saludos y despedidas; todo con un fin desconocido. Así como un mecanismo de defensa que busca protegerme del tedio y de la decepción nacida de las horas perdidas.
Cuando hace calor también recuerdo mis veranos pasados, violados por el aburrimiento y las tristes historias que terminan al llegar marzo. Memorias relacionadas con el luto por sueños construidos en mis horas de ocio veraniego. Esas fantasías donde figuran fotografías de personas. Algunas de ellas sonriendo mientras ocultan una navaja, y otras con tristes rostros que ríen por dentro, mofándose de mi inocencia.
Una dulce nostalgia me ataca cuando las temperaturas se disparan. Quizás es porque mi mente recrea momentos pasados en que aposté por personas, sueños, ideas o situaciones en general. Y es en verdad frustrante pues las fichas se me acabaron, pero no las ganas de apostar.
 

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